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¿Crónica de una muerte anunciada?… La informalidad y la inversión privada.

Cuantas veces hemos escuchado decir: “Quién mal anda, mal acaba”. Esta es una frase tan común que la usamos en el día a día, tan simple y cierta por lo que si seguimos por un camino errado las probabilidades de éxito son prácticamente nulas.

Aquí empieza nuestro planteamiento sobre una problemática actual con un crecimiento dramático, y un error que, de seguir cometiéndolo, nos puede llevar al rotundo fracaso.

El economista argentino Juan Pablo Ronderos nos dice: “Pese a que se considere que tenemos una estabilidad a nivel macroeconómico, esto no es suficiente para romper con la barrera del cambio de un desarrollo económico”.

Y entonces surge uno de los principales motivos por los cuales dicha “estabilidad” no se ve reflejada en la práctica: el altísimo nivel de informalidad al que nos enfrentamos.

Nos encontramos entonces ante preguntas que  caen de madura: ¿cómo afecta esta informalidad a la inversión privada? ¿Perú representa un mercado volátil en estos tiempos? ¿Cuál sería el factor de riesgo? ¿Vale la pena?

Empecemos por hacer un análisis sencillo del porqué de esta problemática, para así tratar de responder estas interrogantes.

La informalidad surge como resultado de un el régimen normativo opresivo (elevados costos tributarios y laborales); costosos procesos de inscripción; débil capacidad de supervisión por parte del Estado, etc. Es evidente que se optará por no pertenecer a un régimen formal, cuando el costo de circunscribirse al marco legal y normativo son superiores al beneficio que conlleva.

Entonces ¿Por qué invertiríamos en el Perú? Mencionemos solo algunos de los beneficios a los cuales podríamos acceder de ser inversionistas formales: los indicadores y los reconocimientos siguen a nuestro favor. En América Latina, el Perú ocupa el primer puesto en la producción de estaño, zinc, plomo, oro y selenio, y el segundo puesto en la producción de plata, cobre, mercurio, molibdeno y cadmio. Por otro lado, en el ranking mundial de exportadores, nuestro país ocupa el primer puesto en la exportación de espárragos, frijoles secos, quinua y maca, y producimos casi 2.5 veces harina de pescado en comparación a la Unión Europea. Finalmente, el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez fue considerado el mejor terminal aéreo de Sudamérica (2020) y el Perú fue reconocido por octava vez consecutiva como el Mejor Destino Culinario del Mundo (2019).

Hacer negocios en el Perú también significa encontrar actores locales de proyección internacional, como la empresa de leche evaporada más grande del mundo (Gloria), la segunda compañía de consumo masivo más grande de los Andes (Alicorp), el grupo microfinanciero más grande de América Latina (Credicorp), el mayor distribuidor de la maquinaria Caterpillar en el mundo (Ferreyros), el más grande operador logístico de Latinoamérica (Ransa), entre otros.

El Perú se interrelaciona con el mundo; así pues mantiene vigentes 19 Acuerdos Internacionales de Inversión (con Alemania, Australia, Canadá, Corea, España, Estados Unidos, Francia, Japón, entre otros), 32 Tratados Bilaterales de Inversión – TBI (con Alemania, Australia, Bélgica-Luxemburgo, España, Japón, por mencionar algunos); 9 Convenios para evitar la doble tributación (con Brasil, Canadá, Comunidad Andina, Corea, Chile, México, Suiza, Portugal y Japón) y 14 Tratados de Libre Comercio – TLC y Acuerdos de Integración Económica – EIA (con Australia, Canadá, Corea, Costa Rica, Chile, China, Estados Unidos, Honduras, Japón, México, Panamá, Singapur, Asociación Europea de Libre Comercio y Unión Europea).

Si bien se tienen factores negativos como un preocupante clima político y fenómenos climáticos en ocasiones adversos, entre otras circunstancias que pudieran poner en riesgo nuestra inversión, la realidad, es que a pesar de ellos hemos logrado mantener el crecimiento macroeconómico.

En conclusión, requerimos de un cambio urgente a nivel de políticas de estado, no hay recetas mágicas, hay que seguir sosteniendo la política macroeconómica y entender lo que faltó para resolver la problemática actual. Definitivamente se requiere destrabar el nudo político, precisamos con urgencia reformas de las políticas horizontales, impositivas, laborales, infraestructura, energía, educación, etc. para mantener una economía dinámica; sin ello costará mucho instalarse en las mesas de los directorios de las empresas multinacionales, como un lugar donde hay oportunidad de crecimiento por encima de la media, por lo que resultará difícil mantenernos como un atractivo para la inversión privada, y será directamente proporcional a una caída en el crecimiento económico del país, tal como lo vemos en otros países de Latinoamérica que resultan lo opuesto de interesantes al momento de invertir.

Para llegar a ser una economía de desarrollo es necesario un incremento en la inversión pública; estudios revelan cuán esencial es el gasto de capital productivo para el incremento de la inversión privada, el crecimiento y la salud económica a mediano y largo plazo. Además, dichos estudios resaltan la importancia de establecer mecanismos institucionales, por ejemplo, reglas fiscales bien diseñadas, para garantizar un gasto de capital previsible y coherente a lo largo del tiempo. Entendiéndose, además, que la implementación de dichos cambios debe ser cercana al inversionista, es decir que le sean accesibles y que apoyándose en el recurso legal correcto puedan llevar a cabo la inversión y mantener una relación económica a largo plazo con el país.

Con la estructura correcta, un plan ordenado y viable, y un entendimiento de la normativa podemos conseguir un mayor alcance a la formalidad en el país, permitiendo así, sostener su crecimiento económico.

No resultemos un Santiago Nasar en el clima económico a nivel mundial, en el que todos advierten y saben de nuestra caída; seamos más bien capaces de advertir nuestros errores y nuestras oportunidades de mejora; es necesario que tomemos las riendas y cambiemos el curso de nuestra historia.

Yenifer San Martin Ugaz, Asociada y Miembro del Área Corporativa de Torres y Torres Lara Abogados.

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