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Eutanasia ¿Derecho a la vida y derecho a la muerte? Eterno predicamento

En estos días se escucha nuevamente el debate por la despenalización de la eutanasia; en nuestro país tipificado como Homicidio por piedad. El tema es muy claro; comete un delito quien por piedad, mata un enfermo incurable que le solicita de manera expresa y consciente poner fin a sus intolerables dolores.

La opinión pública se encuentra dividida; por un lado están los defensores del derecho a morir con dignidad y, por el otro los que pensamos que la muerte debe llegar en su debido momento, ni adelantarla ni retrasarla, por lo que consideramos que existen límites a la autonomía de la voluntad.

No obstante ello, lo cierto es que el tema es muy controversial. Observar a un ser querido sufrir terribles dolores desgarra el corazón de cualquiera.

Lo real es que, si bien existe el derecho fundamental a la Vida, no lo existe para la muerte. Despenalizar la eutanasia abriría una puerta muy peligrosa donde podrían “beneficiarse” muchos otros casos. En otros países donde se permite la eutanasia bajo ciertas condiciones, ya se han presentado casos de personas que sin ser pacientes terminales, (ejm. enfermos de parkinson o enfermos depresivos que alegan simplemente “ya no querer vivir”), son auxiliados a morir bajo el paraguas de leyes permisivas. Peor aún, si abrimos la puerta y se trata de un paciente incapacitado de poder manifestar su voluntad, ¿quedaría en manos de sus parientes decidir si vive o muere?

Antes de buscar despenalizar la eutanasia, debemos más bien redireccionar nuestro pensamiento a otros aspectos que implican permitir que el paciente muera con la tan enarbolada “dignidad” que muchos reclaman, como los es respetar la llamada ORTOTANASIA (“muerte en el momento correcto”). Ella significa aceptar que la enfermedad ganó la batalla y debemos dejar ir al paciente en forma natural; no propiciar actos heróicos que alarguen más su agonía, es decir, ir en contra del encarnizamiento terapéutico. En ello debemos concentrarnos. Cuidar a nuestros enfermos con tratamientos paliativos para menguar el dolor. Incluso, aplicar drogas que podrían reducir el tiempo de vida pero, si la intención no es matar sino aliviar el dolor, resulta éticamente permitido. Esto es ayudar al paciente a aceptar la realidad y sobrellevarla, esto es ayudarlo a morir con dignidad; la familia, con su acompañamiento humanitario es fundamental para ello. No es una decisión fácil pero, el remedio que hoy plantean (la despenalización) podría resultar peor que la enfermedad.

Sylvia Torres Morales – Abogada y Socia Principal de Torres y Torres Lara Abogados

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