En nuestro país pocas cosas generan consensos, y las que lo hacen, o están cerca de hacerlo, son cuestiones por lo general no tan positivas. Por ejemplo, es casi con certeza que existe un consenso nacional que nuestra justicia es demasiado lenta, y ello sobre todo lo afirman las personas que, por diversos motivos, tuvieron que sufrir las “inclemencias” de transitar por un proceso judicial, las cuales podrían hacer palidecer el sufrimiento padecido por Josef K. en “El Proceso” de Kafka.

La cuestión de la lentitud de nuestra justicia, desde hace mucho tiempo, se encuentra en el centro del debate público y está minando la confianza de la ciudadanía en una entidad de capital importancia en una democracia que se jacte de seria como lo es el Poder Judicial. La respuesta a la mencionada cuestión, como suele ocurrir en nuestro país, ha venido de la mano de la ley, pero de forma poco articulada y convincente. Por otro lado, con una fuerza inusitada y avasallante, viene emergiendo la inteligencia artificial (IA) como fórmula para la solución a muchos problemas cotidianos, lo cual a decir de muchos, incluso, supone una clara amenaza para diversos oficios y/o profesiones. Por ejemplo, los actores de voz en España hace pocas semanas solicitaron regular la IA en su sector, pues tiene la capacidad de sustituir completamente su trabajo.

La IA como fórmula para solucionar diversos problemas ha tocado también la puerta de la justicia, tal es así que, hace algunas semanas, fue noticia en muchos medios de comunicación, y principalmente, en portales jurídicos, la emisión de una sentencia con la asistencia de IA. El Juzgado Civil Transitorio de San Juan de Miraflores ha pasado a la historia al ser el primer órgano jurisdiccional de nuestro país que ha emitido una sentencia con asistencia de IA; en nuestra región ya ocurrió también algo similar -en Colombia- hace un par de meses.