En los últimos años, la inteligencia artificial (IA) ha pasado de ser una promesa a una realidad que está transformando industrias y redefiniendo la vida a nivel mundial. Desde el ámbito de la salud hasta la seguridad y la administración de justicia, su impacto es indiscutible. Sin embargo, esta poderosa herramienta también ha abierto las puertas a nuevas formas de delincuencia. En este contexto, se plantea una pregunta crucial: ¿La IA es un aliado o una amenaza para la humanidad? Y más importante aún, ¿cómo podemos aprovechar sus beneficios sin caer en sus peligros?
Los beneficios que ofrece la IA abarcan diversos ámbitos, mejorando la eficiencia, optimizando procesos y generando soluciones innovadoras a problemas complejos. En el sector de la salud, los sistemas de IA analizan grandes volúmenes de datos médicos para ayudar a los profesionales a diagnosticar enfermedades de forma rápida y precisa. Por ejemplo, el uso de algoritmos que detectan signos tempranos de cáncer en estudios de imagen ha aumentado las tasas de éxito en los tratamientos. Estos avances no solo mejoran la calidad de vida de los pacientes, sino que también optimizan el uso de recursos médicos, un aspecto clave en sistemas de salud saturados y con recursos limitados.
En el sistema de justicia, los algoritmos de IA se utilizan para analizar grandes volúmenes de documentación y ayudar a los jueces a tomar decisiones más informadas y objetivas. Estos sistemas pueden predecir patrones de criminalidad, asignar recursos de manera más eficiente y acelerar la resolución de casos, optimizando así los procesos judiciales. Además, la IA puede mejorar la transparencia y reducir los sesgos humanos presentes en las decisiones judiciales, lo que contribuye a garantizar un acceso más equitativo a la justicia.
En el ámbito de la seguridad, la IA también desempeña un papel fundamental. Los sistemas de vigilancia equipados con IA analizan en tiempo real las imágenes captadas por cámaras de seguridad, identificando comportamientos sospechosos y alertando a las autoridades antes de que ocurran delitos. Asimismo, los algoritmos predictivos permiten a las autoridades desplegar recursos de manera más eficiente en zonas con mayor probabilidad de criminalidad, lo que ha resultado en una reducción significativa de los índices de delincuencia en varios países.
A pesar de los múltiples beneficios de la IA, esta tecnología también presenta desafíos y riesgos significativos. El cibercrimen es uno de los ámbitos donde la IA ha sido más aprovechada por los delincuentes, quienes utilizan algoritmos para lanzar ataques de phishing cada vez más sofisticados y difíciles de detectar. Otro fenómeno preocupante es el del uso de deepfakes, que son videos, audios e imágenes falsificadas mediante IA que imitan a personas reales, lo que disminuye la confianza en la información. Además, los criminales pueden usar la IA para identificar vulnerabilidades en los sistemas de seguridad y lanzar ataques más complejos, como el secuestro de datos.
Más allá de estos riesgos, la IA también representa otras amenazas importantes para la sociedad. Los algoritmos pueden reflejar y amplificar sesgos presentes en los datos de entrenamiento, lo que puede llevar a decisiones discriminatorias en áreas clave. Esto puede agravar las desigualdades y afectar de manera desproporcionada a grupos vulnerables. Asimismo, la IA puede ser utilizada para generar y difundir desinformación a gran escala, deteriorando la confianza de los ciudadanos en la información y la toma de decisiones informadas.
Ante esta realidad, se vuelve imperativo establecer un control adecuado sobre el uso de la IA. Aunque en algunos países, ya se están dando pasos significativos con propuestas de regulación, en gran parte del mundo todavía no existen marcos regulatorios sólidos que aborden las particularidades de esta tecnología. Es crucial resaltar que la regulación no debe obstaculizar la innovación, pero sí resulta indispensable establecer límites claros para proteger a los ciudadanos y garantizar que la IA se utilice de manera ética y responsable.
Un pilar fundamental de este control es la transparencia. Las empresas tecnológicas y los gobiernos que implementen IA deben ser transparentes en cuanto al uso de esta tecnología, revelando los algoritmos, los datos utilizados y los procesos de toma de decisiones. Además, es esencial desarrollar un marco ético sólido que responsabilice a los desarrolladores y operadores de IA por el uso de sus sistemas. Los riesgos que conlleva la IA en manos equivocadas son indiscutibles, y deben ser abordados de manera proactiva.
En nuestra opinión, la IA tiene el potencial de convertirse en una de las herramientas más poderosas para impulsar el progreso humano, pero también puede convertirse en una amenaza si no se utiliza de manera adecuada. El reto reside en encontrar el equilibrio correcto: permitir que la innovación continúe transformando diversos sectores clave en la sociedad, mientras se minimizan los riesgos de su mal uso.
Esto no es una tarea fácil, requiere una colaboración continua entre gobiernos, empresas, expertos y la sociedad en general para construir un futuro donde la IA sirva al interés general y no a intereses malintencionados. Al establecer un marco ético y, cuando sea necesario, regulatorio, la IA se convertirá en una aliada en el camino hacia el progreso. De lo contrario, corremos el riesgo de que su potencial destructivo supere sus beneficios, afectando gravemente a nuestra sociedad. La IA está aquí para quedarse. Su dualidad, como aliada o amenaza, dependerá de cómo la gestionemos. Es indispensable asegurar que la inteligencia artificial siga siendo una herramienta para el bien común y no una herramienta para hacer daño.
Maria Paz Aliaga Barrantes, Asociada y Miembro del área Derecho y Nuevas Tecnologías de Torres y Torres Lara Abogados.
Fuente: Expreso