Es innegable las ventajas comparativas que brinda el arbitraje como medio de solución de controversias frente a la alternativa general que representa acudir ante un poder judicial con sobrecarga procesal y falto de recursos, en donde la demora en la resolución de los casos se ha convertido en una característica generalizada en los procesos judiciales. Frente a dicho escenario, se cuenta como alternativa al arbitraje, en el cual, por mencionar sólo dos ejemplos, tenemos como ventajas: la especialización de los árbitros en lo que es materia del conflicto y el menor tiempo que toma la resolución de las controversias; lo cual, sumado a un marco normativo moderno y a la labor de los árbitros e instituciones en la conducción de los casos, ha llevado a un desarrollo importante del arbitraje en nuestro país.
Sin embargo, no se puede negar que el arbitraje, como cualquier otra actividad, no se encuentra exento de acciones indebidas por parte de quienes participan en su desarrollo; situaciones en donde, como el “caso Odebretch”, se desnaturalizó y vació de contenido al arbitraje y se propiciaron cuestionamientos sobre la eficacia y eficiencia del arbitraje. Por ello, es importante tener presente, que el arbitraje como cualquier otra herramienta puesta al alcance del ser humano, depende de quienes participan en él, en este caso las instituciones, los árbitros, las partes y sus abogados; de su conducta dependerá que la resolución del conflicto sea exitosa, y es aquí, donde LA ÉTICA juega un rol fundamental , pues es un elemento que marca nuestras decisiones tanto a nivel personal como profesional.
Resulta pues evidente que la ética debe estar presente a lo largo de toda la función que ejecutan los árbitros y que debe guiar cada una de sus acciones, y me refiero en primer lugar a los árbitros, porque son ellos quienes conducen las actuaciones arbitrales y finalmente emiten una decisión que resuelve las pretensiones, por lo tanto, tienen la gran responsabilidad del éxito y fortalecimiento del arbitraje como alternativa de solución de conflictos, por ello, la importancia de la labor de los árbitros, es relevante y tiene implicancias que exceden a las partes involucradas en cada caso en particular, pues en esencia todo conflicto y su solución representa para la sociedad un potencial problema, que se podría ver reflejado en aspectos como seguridad, la economía, la sociedad, etc.
Es importante, que se tenga presente que el árbitro no debe desarrollar una función de abogado de parte, es más está prohibido de hacerlo y aquél que tome una posición como ésta debería ser recusado y apartado del proceso, pues contraviene uno de los pilares básicos en los que se sustenta el arbitraje como es el principio de imparcialidad. Un árbitro no puedo puede llegar al proceso con un criterio preestablecido ni sentirse limitado, ni vinculado con alguna parte por el hecho de su designación, pues su decisión debe ser resultado de las actuaciones que las partes ejecuten durante el arbitraje y del convencimiento que éste tenga sobre el caso.
Pero, se debe resaltar también, que los árbitros no son los únicos quienes tienen la responsabilidad de que el arbitraje siga siendo una alternativa legal y comercial; las partes y sus abogados, también deben tener presente que al designar o nombrar a un árbitro, no lo están eligiendo para que resuelva a su favor, el nombramiento de un árbitro se basa en un aspecto básico que es la CONFIANZA en sus conocimientos, desempeño y experiencia, por ello se pone en sus manos la resolución del conflicto, es decir se le confía que una vez expuestos los hechos, fundamentos y pruebas por ambas partes, tomará la decisión que, de acuerdo a su saber y conocimiento, es la correcta; por tanto, no se debe buscar influenciar en su decisión.
Es innegable que, como adversario de la ética tenemos a la corrupción, mal que lamentablemente ha invadido de manera generalizada una gran parte de la actividad humana. Muchos de los cuestionamientos al arbitraje parten de la premisa injustificada de vincular a esta institución con los actos de corrupción, sin embrago, es importante precisar que los casos que se han presentado no son consecuencia del arbitraje, sino más bien, de malos operadores que precisamente no tuvieron presente la ética que debían observar en sus actuaciones.
Por ello, para lograr el éxito y la consolidación del arbitraje se debe desarrollar a todo nivel una cultura arbitral, en donde se parta por comprender que el arbitraje es una institución eficaz, eficiente y muy útil, que tiene una naturaleza diferente a la del proceso judicial, con sus propias reglas y características, y cuyo objetivo es que las partes acaten las decisiones adoptadas por quienes ellos mismos eligieron para resolver sus controversias, de modo tal que cada vez sea menos necesario acudir al Poder Judicial (instancia que pactaron evitar) para ejecutar la decisión en procesos que muchas veces pueden demorar más que el propio arbitraje. Sobre este último aspecto considero que, el Estado como parte, debería comenzar a dar el ejemplo respecto al cumplimiento de los laudos.
En consecuencia, la ética conjuntamente con los principios de independencia e imparcialidad, deben ser observados a lo largo del arbitraje a fin de que éste se desarrolle respetando los principios de integridad, idoneidad, neutralidad, confidencialidad, transparencia y equidad, de modo tal que, sea cual sea el resultado de la decisión que tomen los árbitros, las partes sepan que han tenido la oportunidad de exponer sus mejores argumentos y, de ese modo, existan mayores posibilidades que acepten y cumplan con la decisión contenida en el laudo.
Fernando Nakaya Vargas Machuca, Abogado Asociado Principal y Líder del área de Arbitraje de Torres y Torres Lara Abogados
Fuente: Expreso