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La Regulación de la Inteligencia Artificial (IA): ¿Bien deseado o mal necesario?

En vista del reciente acuerdo alcanzado por la Unión Europea sobre la regulación de la Inteligencia Artificial conocida como “AI Act”, pionera en regular su uso a nivel mundial, cabe preguntarnos si la regulación de la IA es indispensable y necesaria o si constituye una limitación a la innovación tecnológica. Si bien no existe una respuesta única y definitiva, es posible realizar un análisis al respecto considerando los diversos factores y perspectivas relevantes que nos permitirán determinar si la regulación de la inteligencia artificial constituye un bien deseado o un mal necesario.

En este contexto, ha sido noticia a nivel mundial que la propia IA “Bard” del gigante tecnológico Google, ha opinado que el acuerdo de la regulación de la Unión Europea es un paso positivo en la dirección correcta para el desarrollo y uso responsable y ético de la IA. Al respecto, esta ley tiene como ejes centrales el establecimiento de principios básicos como criterios fundamentales, así como la permisión y prohibición del uso de la tecnología en función del riesgo que suponga para las personas, en salvaguarda de los derechos humanos y la privacidad.

A pesar de los diversos cuestionamientos de grandes empresas, desarrolladores y actores relevantes del sector, es importante resaltar que esta normativa ha reconocido de manera acertada diversos principios fundamentales de la IA, tales como la seguridad, la transparencia, la trazabilidad y la no discriminación. Estos principios cobran especial importancia al momento de detectar y analizar los niveles de riesgos que esta tecnología implica. Asimismo, se plantean cuatro niveles de riesgos que determinarán las prohibiciones y restricciones aplicables a estas tecnologías. De ser aprobada por el Consejo Europeo, esta norma constituirá un marco de referencia para distintos países que tomarán como base estas disposiciones para sus propias regulaciones en la materia.

Ahora bien, aunque la IA ha estado presente en nuestras vidas durante mucho tiempo, la imperiosa necesidad de regulación se ha vuelto más evidente con la llegada de nuevos tipos de IA. Por supuesto que las opiniones respecto a la necesidad de esta regulación varían dependiendo de las distintas perspectivas, intereses y contextos por parte de entes reguladores, corporaciones privadas, inversionistas, usuarios o consumidores finales, entre otros stakeholders.

La regulación de la IA puede suponer beneficios para la protección de derechos y la ética mediante el establecimiento de estándares para la protección de los derechos ante el uso indebido de la IA que puede conducir a actos discriminatorios, sesgos algorítmicos, entre otras prácticas prejudiciales. Asimismo, al establecer los estándares de seguridad y fiabilidad se minimizan los riesgos de falloa o consecuencias negativas. Por otro lado, al requerirse la transparencia y responsabilidad en el desarrollo y uso de esta tecnología, se evita caer en casos de mal uso y resultados perjudiciales, e incluso se evita la concentración de poder indiscriminado. Al establecer directrices claras y éticas, se fomenta la investigación segura brindando un marco ético dentro del cual puede desarrollarse esta tecnología. Finalmente, la existencia de regulaciones sólidas aumenta la confianza del consumidor en la tecnología de IA.

Sin perjuicio de lo antes mencionado, la regulación de la IA puede tener un impacto negativo al constituir una limitación a la capacidad de innovación, en tanto la tecnología novedosa y avanzada siempre requerirá de flexibilidad para su desarrollo y constante evolución, incluso suponiendo la imposición de una barrera de entrada para nuevos actores del sector. Asimismo, como en toda regulación y en especial en temas asociados a la tecnología, la realidad siempre avanzará más rápido que la regulación, de manera que se corre el riesgo de contar con regulaciones obsoletas que no puedan adaptarse lo suficientemente rápido y eficaz frente a los nuevos desarrollos. Por último, la falta de acuerdos globales en las regulaciones podría crear grandes desafíos en la IA, en tanto las divergencias normativas pueden dificultar su implementación y cumplimiento por parte de los agentes involucrados.

Considero que siempre será importante tomar las decisiones necesarias para salvaguardar los derechos de las personas, en tanto el fin último de toda tecnología de IA será el uso ético y beneficioso para la sociedad. En ese sentido, si bien regular estrictamente la IA puede suponer un freno para la innovación creativa sin límites, los reguladores deben ser acertados en identificar aquello mínimo e indispensable que deba ser regulado, es decir, las prohibiciones necesarias para que la IA se desarrolle en un escenario óptimo.

Es esencial reconocer que la necesidad de regulación de la IA se ha vuelto más evidente con el avance de nuevas tecnologías. Mientras las perspectivas sobre esta necesidad varíen, la regulación puede aportar ventajas significativas como la protección de derechos, la ética en la utilización de la tecnología y el fomento de la confianza del consumidor. No obstante, se plantea un dilema. Una regulación excesiva o inflexible podría restringir la innovación y dificultar la adaptación a desarrollos tecnológicos rápidos. La habilidad y capacidad de encontrar un equilibrio apropiado, identificando regulaciones esenciales sin frenar la creatividad y evolución tecnológica, será crucial para el éxito de estas medidas.

Dicho ello, la conclusión se torna clara. La regulación de la inteligencia artificial es un paso necesario e indispensable para resguardar los derechos y promover el uso ético de la tecnología. Sin embargo, se requiere cautela para evitar interferir con la innovación. En última instancia, el éxito de estas medidas en la era digital dependerá y determinará de la capacidad de los reguladores para ajustarse y adaptarse con agilidad a la rápida evolución tecnológica.

Maria Paz Aliaga Barrantes, Asociada del Área de Derechos y Nuevas Tecnologías  de  Torres y Torres Lara Abogados

Fuente: Expreso 

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